
Las clases pudientes de América latina compartieron este pesimismo racial y en sus ansias de prosperidad deseaban ser “más blancas”. Por ello la promoción de la civilización nórdico-europea se convirtió a finales del s. XIX en una política nacional favoreciendo todo tipo de inmigración que viniera de los países considerados arios.
En Brasil, Cuba, Colombia. Uruguay y sobre todo Argetina, hubo proyectos dirigidos a transformar la naturaleza de sus poblaciones, con el fin de crear nuevas sociedades más civilizadas. Se partía de la base de que la herencia racial era transmisora de actitudes y comportamientos como la desgana hacia el trabajo las inclinaciones hacia el alcoholismo y la criminalidad. Por el contrario la población aria mantendría en su herencia el deseo de prosperidad adecuado para el progreso de la nación.